La colina de Calton Hill es una de las postales de la ciudad, destacando no solo por las vistas sobre el centro sino por los monumentos que atesora y la vida que alberga casi a cualquier hora.
Imposible pasar por Dublin y no tomar una pinta de Guinness. O mejor, varias. El Gravity Bar de la Guinness Storehouse abre todos los días de 9,30 a 17.00, y el acceso está incluido en los 20€ que cuesta la visita a la antigua fábrica.
La cafetería de la Tate Modern se ha convertido en uno de los mejores lugares para apreciar los cambios en el skyline de la ciudad a lo largo del Támesis.