Cuando leas estas líneas no quedará nada en pie de la familia Matarazzo. Es una de tantas historias, que se acaban convirtiendo en anécdota de la ciudad o en leyenda urbana de lo que fue. Es otro caso de cómo “el desarrollo” de la ciudad embulle la historia en sus nuevos y flamantes cimientos de ladrillos.
Francesco Matarazzo fue un emprendedor que nació en Italia pero decidió emigrar en 1881 a Brasil para hacer fortuna con poco más de 30.000 dólares encima. Fue en Sao Paulo donde construyó su imperio, Industrias Reunidas Fábricas Matarazzo llegando a ser el mayor complejo industrial de toda América Latina. Entre su patrimonio reunió a más de 200 fábricas de diversos sectores: hidroeléctricas, ferroviarias, navieras, bancos, terrenos urbanos, edificios y un largo etcétera que dio trabajo a más de 30.000 personas. Tal fue su éxito, que aún hoy se le considera el mayor empresario de todos los tiempos en Brasil. Incluso su reconocimiento le hizo que le otorgaran un título nobiliario, llegó a ser Conde Francesco Matarazzo.
Su imperio fue también inmobiliario. En plena actual Avenida Paulista número 1230 tenía su residencia, una mansión de 12.000 metros cuadrados, con 19 habitaciones y 16 salas. Sus oficinas centrales estaban en el hoy icónico edificio “Banespinha”, en el Valle de Anhangabaú en el centro de la ciudad. Y llegó a donar un hospital a la ciudad para que todas las personas tuvieran acceso a la sanidad.
Hoy en día, sólo queda en pie con su nombre el “Hospital Matarazzo”, un terreno próximo a la Avenida Paulista con más de 27.000 metros cuadrados y que tras casi 20 años cerrado, va a ser derrumbado para que el grupo francés de arquitectura Allard construya un macro centro comercial de lujo con apartamentos igualmente inalcanzables para el ciudadano medio.
Debido a los últimos días que le quedaban en pie al edificio, han ofrecido el imponente espacio a más de 90 artistas para exponer sus obras. La exposición “Feita por Brasileros” ha sido un evento único en la ciudad, con artistas tan reconocidos como la portuguesa Joana Vasconcelos que han podido formar parte de esta exhibición. En un marco inolvidable, el edificio de más de 150 años ha sido testigo de cómo en su capillas tejían bichos de crochet, inundaban su área de lavandería, cabezas colgantes se subían a las ramas de los árboles, video proyecciones iluminaban sus descascarilladas paredes o como la gente besaba con carmín rojo sus paredes.
Un pequeño homenaje al fin de uno de los pocos iconos históricos de la ciudad que había sobrevivido en pie sin convertirse en una torre impersonal más. Pero que tras algo de oposición por parte del Conprep, órgano municipal de defensa del patrimonio histórico, su presidenta Nádia Somekh llegó a aprobar el proyecto tras “dejarse encandilar por la personalidad del dueño de la empresa Alexandre Allard” según reconoció ella misma.
Con el derrumbamiento de este precioso lugar, se borra el rastro del patrimonio histórico que creó el patriarca de los Matarazzo. Un pérdida incalculable víctima de la especulación inmobiliaria.
Si quieres saber algo más de la historia de los Matarazzo, te recomendamos la trilogía escrita por Ronaldo Costa Couto sobre él.