Santiago es olor a tierra mojada, risas en las tabernas, sonidos de campanas, peregrinos perdidos por sus empedradas calles, amabilidad y, sobretodo, rica y abundante comida. Santiago de Compostela no es solo el final del camino, o no debería serlo, es un destino propio en sí mismo, perfecto para exprimirlo en una escapada de fin de semana.