Dormir en un templo budista, mi experiencia en koyasan
Lo encontré por casualidad pocos días antes de salir de viaje y me pareció una experiencia única. En el Monte Koya en Japón, los monjes han encontrado una forma de subsistir gracias al turismo, pero como todo en este increíble país, lo han hecho respetando su cultura y el medio que les rodea.
¿En qué consiste?
Compartes con ellos 24 horas, sus rutinas, rituales y comida. Nada más llegar te dejan acomodarte en una de sus habitaciones y te sirven una temprana cena vegetariana, como lo es toda su comida. Me encantaría poder describiros en detalle cada plato, pero me sería imposible, todo era delicioso y a la vez la primera vez que lo probaba en mi vida.
Error de turista 1 que cometí: No pidáis cerveza, no beben alcohol, y nos lo cobraron bien. ¡Fue más cara que la estancia!
Después de la cena puedes unirte a ellos en alguna sala de meditación, hablan buen ingles (algo rarísimo en Japón) pero el idioma que utilizan en estas aulas es el japonés, darte una baño en alguno de sus ofuros (son bañeras de agua caliente) compartidos, están divididas entre masculinos y femeninos y hay que hacerlo como manda la tradición japonesa, en pelota picada. O dar un paseo por el pueblo, Koyasan es muy pequeño y agradable de pasear, lo que más llama la atención al extranjero es su cementerio, el más grande de Japón creado en medio del bosque. Cuidado hasta el más mínimo detalle, y pese a que oscurece pronto y apenas se ve nada, pasear con una linterna por allí te hace sentir la paz y la tranquilidad que supura este encantador lugar.
Despertar…
Compartir la rutina de los monjes budistas significa madrugar, a las 4:45 te avisan por si quieres acompañarles en sus oraciones matutinas. Todo es en japonés, pero no hace falta hablar el idioma para poder sentir, no soy religiosa, no creo en nada del más allá (y muchas veces ni del más acá) pero durante las más de dos horas que estuve allí sentí tanta paz interior como nunca la había sentido. Tras unas primeras plegarias participativas con quema de incienso, todos los monjes al unísono comenzaron a susurrar sus chakras a la vez que iniciaban una hoguera central, las voces iban en aumento y las llamas parecían que les entendían acompañándoles en la intensidad. Los susurros se transformaron en gritos y las llamas llenaron el centro de la habitación, estoy segura que es la forma tradicional de llegar al éxtasis sin ninguna ayuda extra.
Muchas veces las palabras no son suficientes para hacer sentir las emociones, una lástima no poder hacéroslo transmitir ya que no está permitido ni hacer fotos, ni grabar.
Después del shock de la oración, vuelves a tu habitación, ya con los futones recogidos y un abundante desayuno servido y esperándote. Para esto soy muy, muy occidental y desayunar comida vegetariana por muy saludable que sea, me cuesta muchísimo. Lo que me llevó a mi segundo fallo.
Error de turista 2 que cometí: Buscar en un monte lleno de templos budistas un café con leche y algo que le acompañara. Una misión casi imposible, en el que sólo un establecimiento con visión comercial conservaba un bote de café instantáneo, en ese momento para mi era mejor el aguachirri que nada. Otra vez el precio de ese café con madalena seca superó al de la estancia.
Por tanto, recomiendo llevar algo de comida previa, porque allí es muy difícil comprar nada y puede que no a todo el mundo le guste ese tipo de gastronomía.
¿Cómo llegar?
Forma parte de la aventura, porque realmente lo es, nosotros nos hospedamos en el templo de Ekoin y aunque había mil formas de llegar los monjes del templo nos recomendaron esta ruta. Desde Osaka, tienes que ir a Namba y tomar la línea de Nankai Koya dirección Koyasan, son unas dos horas de trayecto. Aviso a aventureros: conseguir llegar hasta Namba y orientarse allí, puede ser muy estresante. Al llegar a la estación de Gokuraku-bashi debes tomar un teleférico camino de Koyasan.
Una vez llegues puedes tomar dos autobuses: o el que ponga "okunoin" o el que ponga "okunoin -guchi", y bajar en “karukayado mae” es una calle principal llena de templos, hay más de 100 templos en Koyasan todos pertenecientes a la secta budista Shingon, en el que nos alojamos estaba a tan sólo unos 50 metros andando.
Sentir el silencio, la sintonía con la naturaleza, el eco de sus cánticos y la perfección en todos y cada uno de sus actos, me hizo sentir una calma y tener uno de los sueños más placenteros que recuerdo. Convivir con ellos, poder preguntarles sus hábitos, rutinas, y que además te dejen participar, es una experiencia única que siempre recomiendo a todo aquel que planea un viaje a Japón, aunque tenga que salirse de la ruta que tenga marcada.
Más info en su web turística.