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Cómo es un festival de musica en Brasil

Habituados al ambiente de los festivales europeos, al acudir a uno en Sudamérica se aprecian sensibles diferencias, tanto organizativas como en el propio público. Aquí van algunos consejos para que puedas integrarte con normalidad, sacados de lo observado en el festival Lollapalooza celebrado en São Paulo hace unos días.: 

  • Precio: Los festivales son carísimos, especialmente si se compara con el nivel adquisitivo de la población. Sin embargo, existen descuentos del 50% para poseedores de carnet de estudiante.
  • Asistencia: A pesar del precio, los festivales suelen llenarse, a lo que contribuye que no haya demasiados festivales masivos. Casi 80.000 personas abarrotaban el circuito de Interlagos el otro día, sin demasiados agobios salvo las inevitables colas. Eso sí, llegar hasta el recinto se convirtió en un auténtico infierno dadas las deficientes comunicaciones de la ciudad.
  • Para conseguir lo anterior, los festivales suelen tener un line-up con una mezcla de estilos muy discutible. Todo vale para vender más entradas, así que nadie se sorprende si por el mismo escenario pasen sucesivamente artistas de hip-hop, rock, techno y música indie.
  • El público es muy civilizado. Nada de borracheras, nada de drogas, nada de peleas y bastante orden y paciencia para sobrellevar la masificación. Para comprar bebidas alcohólicas debes tener más de 18 años, y solo se sirve cerveza. También contribuye que el festival se realice durante el día, terminando a las 22.00.
  • La seguridad: Por supuesto, no se te ocurra tratar de introducir otras bebidas al recinto. Ni armas de fuego, navakas, o fuegos de artificio. Los cacheos en la entrada son exhaustivos
  • Muchas atracciones paralelas. Esta tendencia, en crecimiento en todos los festivales, es aún más evidente con sponsors que no se limitan a vender las bondades de su producto sino que ofrecen actividades dignas de parques de atracciones.
  • El boom de las food trucks tiene reflejo en el recinto, con decenas de propuestas gastronómicas. No solo eso, también de puestos aparentemente exóticos para un festival en los que se sirven batidos o zumos naturales.

 

No todo son diferencias. Hay algunas cosas que no cambian, estés donde estés:

  • El canjear dinero por tickets funciona tan mal como en un Primavera Sound cualquiera, con colas eternas y papel que termina por agotarse.
  • Mucha pose. El estilismo bordea el ridículo de la misma forma que en el Coachella, eso sí, con muchos más tatuajes por metro cuadrado, pues no en vano estamos en São Paulo.
  • Hay colas para todo: para ir al baño, para comer una hamburguesa, para el fotomatón y hasta para moverse en manada de escenario en escenario. Nada nuevo bajo el sol festivalero.
  • Por último, uno de los mayores castigos posmodernos: allá donde nos encontremos, miles de selfies están al acecho.

Esta es la experiencia de un festival en Brasil. ¿Qué habéis sentido en otros festivales fuera de España?